Este libro lo he escogido porque
también como otros tantos me los leí cuando era pequeño y me gustaba dedicarle
una entrada a este libro ya que se identificaba mucho conmigo, ya que yo a
veces también pierdo muchas cosas como las perdía este niño. La autora de este
libro es Pilar Mateos. En sus relatos destaca la atención a los personajes
aislados (marginados hasta cierto punto, o tristes por lo que los rodea, o
descontentos de sí), a los que se describe sin moralinas expresas (véase Jeruso
quiere ser gente, donde la crítica al tendero no se hace explícita y la
reivindicación de los desfavorecidos queda en mostrar que lo diferente no se
identifica con lo malo). Aparte, en sus historias se funden la realidad y la
imaginación, por lo que en medio de un ambiente realista podemos encontrar
lápices que dan existencia a lo dibujado (Historias de Ninguno),
vendedores de cocodrilos (Molinete) o niños que a voluntad se convierten
en caballos (El rapto de Caballo Gris). En particular, en su obra hay
una idea central que indica que la fantasía y los sueños tienen el poder de
crear nuevas realidades, situadas al mismo nivel de experiencia que la
cotidiana.
Pilar Mateos es así misma autora
de una particular expresividad estilística: no tanto por un léxico extraño o
infrecuente, ni por el uso de dialectalismos, como por el empleo de imágenes
poéticas que se integran en las descripciones sin aspavientos ni pedantería.
Este
libro trata de un niño que se llamaba Fermín. Vivía con sus padres, con su
hermano y con su abuela en su casa. Era un desastre porque siempre lo perdía
todo. Un día en el colegio perdió la voz. Tras estar buscando la voz y no
encontrarla, llegó a su casa. Durante se peleó con su hermano (dos años más
chico que él y era muy bueno) y su padre los mandó a los dos a acostarse.
Cuando estaba en la cama llegó su voz y empezó a decir a gritos en la casa que
quería ir al parque de atracciones, que quería comer chocolate con churros y
también empezó a decir a voces que nadie lo quería y que todos preferían a su
hermano Pedro porque no perdía las cosas. Al oír esto sus padres, su hermano y
su abuela se dirigieron al cuarto y le dijeron que no pensase así, que eso no
era cierto. A la mañana siguiente, su madre le hizo chocolate con churros, su
voz se metió en la taza y el corriendo se la bebió para que no se pudiera
escapar. Y su padre lo llevó al parque de atracciones.
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